domingo, 3 de enero de 2016

Lope de Vega

I

Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;

no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;

huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe.



II

Ir y quedarse, y con quedar partirse, 
partir sin alma y ir con alma ajena, 
oír la dulce voz de una sirena 
y no poder del árbol desasirse

arder como la vela y consumirse 
haciendo torres sobre tierna arena; 
caer de un cielo, y ser demonio en pena, 
y de serlo jamás arrepentirse;

hablar entre las mudas soledades, 
pedir pues resta sobre fe paciencia, 
y lo que es temporal llamar eterno;

creer sospechas y negar verdades, 
es lo que llaman en el mundo ausencia, 
fuego en el alma, y en la vida infierno.


III

Ya no quiero más bien que sólo amaros,
ni más vida, Lucinda, que ofreceros
la que me dáis, cuando merezco veros,
ni ver más luz que vuestros ojos claros.

Para vivir me basta desearos,
para ser venturoso, conoceros,
para admirar el mundo, engrandeceros,
y para ser eróstrato, abrazaros.

La pluma y lengua, respondiendo a coros,
quieren al cielo espléndido subiros,
donde están los espíritus más puros;

que entre tales riquezas y tesoros,
mis lágrimas, mis versos, mis suspiros,
de olvido y tiempo vivirán seguros.


IV

Yo dije siempre, y lo diré, y lo digo,
que es la amistad e bien mayor humano;
mas ¿qué español, qué griego, qué romano
nos ha de dar este perfecto amigo?

Alabo, reverencio, amo, bendigo
aquel a quien el cielo soberano
dio un amigo perfecto, y no es en vano;
que fue, confieso, liberal conmigo.

Tener un gran amigo y obligarle
es el último bien, y por quererle,
el alma, el bien y el mal comunicarle;

Mas yo quiero vivir sin conocerle;
que no quiero la gloria de ganarle
por no tener el miedo de perderle.


V

Cuando me paro a contemplar mi estado,
y a ver los pasos por donde he venido,
me espanto de que un hombre tan perdido
a conocer su error haya llegado.

Cuando miro los años que he pasado,
la divina razón puesta en olvido,
conozco que piedad del cielo ha sido
no haberme en tanto mal precipitado.

Entré por laberinto tan extraño,
fiando al débil hilo de la vida
el tarde conocido desengaño;

mas de tu luz mi oscuridad vencida,
el monstruo muerto de mi ciego engaño,
vuelve a la patria, la razón perdida.